Archivo de enero 2014
Disciplina con amor, generando verdadera libertad
La humanidad continuará a estar constituida por mucha gente que habla de libertad pero por pocos hombres libres. Si el fin de la educación es la liberación como reconstrucción, el medio no puede ser diferente del resultado. La libertad no es la verdadera finalidad de la educación, sino la creación de niños que serán adultos menos infelices capaces de cambiar el mundo. La finalidad es cósmica, la libertad es el medio para llegar a obtener ese resultado.
La libertad no coincide con la ausencia de lazos, equivocadamente se piensa que los vínculos nos unen a las cosas que amamos más y por lo tanto, limitan nuestra libertad. Amamos más las cosas que nos cuestan un sacrificio y nos sacrificamos por aquello que amamos. Son justamente esos sacrificios, esos lazos, esos límites, lo que nos hacen apreciarlos más. Es por eso que la libertad de elección del niño necesita un ambiente preparado según la edad, para poder encontrar oportunidades de elección de acciones que lleven a un aprendizaje. Un ambiente en el que se encuentran los demás, los maestros que representan los vínculos y las posibilidades de ser libre.
La libertad del niño debe tener como límite el interés colectivo y como forma aquello que llamamos educación de los buenos modales. Los buenos modales no están contra la libertad. La libre exploración de los materiales variados no tiene por qué causar molestia a los demás, y mucho menos a aquellos que los usan, este tipo de costumbres no se opone a la creatividad. La creatividad infinita del lenguaje es posible porque existe un código de reglas precisas, la libertad existe porque tiene vínculos previamente elegidos y por lo tanto, aceptados. Es por eso que la libertad educativa bien entendida no produce el caos sino la concentración, el trabajo no produce anarquía sino disciplina y como se verá más adelante, la obediencia. En los inicios parecía imposible que un grupo numeroso de niños pudieran estar trabajando sin la guía de una maestra, sobre todo si se trataba de niños entre los 3 y 6 años.
Para obtener la disciplina, la pedagogía Montessori da libertad. La disciplina inicia con la concentración en un trabajo correspondiente a una sensibilidad espiritual. El mismo instinto que lleva a los niños a defender enérgicamente su secreta espiritualidad, su misteriosa obediencia a la voz que los guía y que cada uno de ellos pareciera escuchar dentro de ellos mismos, esa fuerza que los lleva a someterse a la autoridad exterior como para estar seguros de seguir el camino correcto.
Concentrado en su trabajo, el niño pide a la maestra la aceptación que con toda seguridad no buscará más adelante. Cada vez más concentrados y sociables, los niños se tornan más disciplinados y obedientes, pero también es el momento en el que el niño no tiene ya la necesidad de la autoridad externa, puesto que la disciplina emerge espontáneamente dentro de él. Es este el período en el que se establece la disciplina, una forma de paz activa de obediencia y de amor en los que el trabajo se perfecciona y multiplica. Nadie le dice al niño qué cosa debe hacer en cada momento. La libre elección del trabajo lleva intacta en sí misma su carga de provocación.
La disciplina de la libertad es la disciplina espontánea que se realiza como fruto de la libertad.
“El niño padre del hombre” Raniero Regni.
De diez en diez, la “Torre Rosa” y la “Escalera Café”
Entre los materiales sensoriales Montessori que más gustan a los niños están La Torre Rosa y La Escalera Café. No hay ambiente en el que no sean trabajados por lo menos una vez al día por alguno de los pequeños. A simple vista, pareciera un material de cubos de construcción, sin embargo, encierra misterios matemáticos y de lenguaje que van más allá de los simples bloques de construcción de madera con los que juegan los niños pequeños.
El cubo más grande de la torre rosa mide 10x10x10 cm, ¡bastante grande y muy pesado para una manita de tres años! Contrastando, el más pequeño mide 1x1x1 cm. El prisma de la escalera marrón más grueso mide 20x10x10 cm y el más delgado 20x1x1 cm. Comenzando desde el punto visual, el niño encuentra los contrastes, una vez que toma en sus manos los materiales, se percata de la diferencia de peso.
A partir de estos materiales, el niño desarrolla varias habilidades y sentidos, es capaz no sólo de reconocer sino de notar, comparar y por lo tanto razonar las diferentes medidas y pesos.
Al discriminar los tamaños, está desarrollando el sentido de la vista, va del más grande al más pequeño. La coordinación ojo-mano se desarrolla la tener que formar la torre con precisión, la coordinación gruesa se ve fortalecida al tener que transportar las barras y cubos de un lugar a otro en el ambiente. Todo esto, en medio del silencio y orden, lo que desarrolla la capacidad de trabajar concentrados.
También el lenguaje se beneficia con este ejercicio, ya que el niño aprende las palabras para describir, comparar y discriminar dimensiones y pesos. Grande, pequeño, pesado, ligero, grueso, delgado. Dos manos para transportar “el más grande”, mucha fuerza para transportar “el más pesado” ¡la pinza de sus dedos para colocar “el cubo más pequeño”!
Si analizamos más profundamente, existe un desarrollo indirecto de la mente matemática que se prepara para el sistema decimal y la geometría. Diez cubos y diez barras. Sus medidas van disminuyendo de diez a uno. El control del error del material es maravilloso pues el niño logra notar cuando no ha seguido la secuencia de tamaños y la comparación de dimensiones entre cubos y barras cuyas caras “caben” perfectamente.
Los materiales de desarrollo Montessori encierran tesoros que el niño descubre con amor ¡todos los días!
Why did you choose Montessori education for your children?
If you are like most parents, you wanted something different for them than you had –happier, more exciting school experiences? Most likely, you perceived that Montessori would support your own family values. Whatever your initial reasons, I suspect that after discovering Montessori and learning more about it, you realized it offered something much larger and grander than you ever suspected at the beginning.
Parenting is such transformational experience for most of us. Did your world-view shift significantly when you became a parent? Mine did. Many of us try to be “differently behaving” than our own parents in order to break harmful family patterns. We do not want to repeat them with our children. While we do not lack in honest desires to do the very best we can, we often fall short in those areas where we have blind spots or a lack of information. Often, in times of stress, we say and do the very things we promised ourselves we would never say and do. Why does this happen?
A very wise person once said “None of us see the world as it is, but as we are… our experience –induced perceptions greatly influence our feelings, beliefs, and behavior.” This is particularly true when it comes to our children. Our parenting – lenses are clouded by our experience-induced perceptions which greatly influence how we see our children and how we behave toward them.
As we discover more about Montessori, we intuitively know that it holds some “grains of truth” to help us with the challenges of parenting. Montessori catches hold of us and pulls chords deep inside that stretch us beyond our ordinary reference points. As we observe our children in their Montessori classrooms and attend parent meetings at their schools, our awareness continues to deepen. The process of becoming more conscious parents accelerates when we realize how important our home environments are to the development of our children and their progress at school.
So our tasks are to study and understand to see ever more clearly what we must change within ourselves, what we must change in our values, what we must change in our practices. As we start a process of gradual change, our perceptions about our children change. We begin to re-prioritize our time and reorient ourselves to the realities of their growth.
When we realize that our children are agents of change, we begin to learn a lot about ourselves from them. New qualities emerge as we deepen our relationships with them. We grow and the children grow –each in our own unique ways. We still get stuck in different places for different reasons, depending on who we are. We do not all grow at the same rate, nor do we all grow evenly as parents. Old belief systems and habits that find us overstating or over generalizing about the children, help us to stay stuck in ineffective parenting techniques. When this happens, it is our responsibility to seek help to change what is not working.
In The Secret of Childhood, Dr. Maria Montessori writes about the unconscious errors of parents:
“We are all pained by conscious error but attracted and fascinated by unknown error, for it is this type of error that holds the secret to progress beyond a known and desired goal and which can, as a consequence, raise us to a higher level. All spiritual development is a conquest of consciousness which assumes to itself something that was formerly outside. It is by going along this road of discovery that civilization advances. Adults must find a different point of departure and find within themselves, the still unknown error that prevents them from seeing children as they are”.
Dr. Montessori urges us to see the children as they really are. When we fail to do this, she warns, we unconsciously suppress the full development of their personalities. For the sake of our children, let us keep our fascination for unknown error. It holds the secret to our progress and the progress of civilization.
Cómo enseñarle a tu hijo a tomar control de su ira
A lo largo de estos años de convivencia con niños de diferente personalidades y temperamentos, he podido observar la evolución y desarrollo de sus evoluciones y la transformación de modelos negativos de comportamiento a conductas que les ayudan a tener una convivencia más cordial con sus compañeros. Todo como parte del proceso natural del desarrollo humano. Uno de los principales factores que desencadena conflictos es la frustración que se convierte en enojo.
Pensaba en eso mientras me dirigía a recoger a mi querido adolescente a la secundaria y lo primero que me dijo al entrar en el auto fue: “Mamá, tengo una gran vida”. Eso me hizo reflexionar aún más sobre las suituaciones que me tocan vivir con los más pequeños y me hizo recordar sus momentos de ira y frustración y la manera en la que la manifestación de sus sentimientos ha ido cambiando. No es que no tenga momentos de enojo ¡es un adolescente! Pero su percepción ante las situaciones de conflicto es cada vez más inteligente: está madurando.
Todos vivimos el reto de combatir nuestro enojo todos los días, en todo momento, desde que despertamos hasta que nos dormimos. El ser humano debe estar consciente de sus actos precisamente porque tiene que luchar contra el enojo, aceptar situaciones que no le gustan y tratar de adaptarse a las circunstancias y encontrar soluciones que le lleve a un punto “estable”.
Sí, admitámoslo, así es: las situaciones de enojo e ira son comunes y completamente normales y naturales en los seres humanos, y por supuesto entre los niños. Ellos están aprendiendo a manejar sus sentimientos, a controlar sus emociones, a conocer sus instintos y poco a poco tomar consciencia de sus actos. Es lo que María Montessori llama “normalización”. El niño, en la construcción del Hombre está siendo en su hacer, está construyendo su personalidad.
Es por eso que nosotros, como adultos guardianes, guías de su desarrollo, debemos estar muy pendientes de las manifestaciones que tienen los pequeños para poder preparar situaciones que les ayuden a encontrar respuestas positivas, a confrontarse y encontrarse, pues es precisamente lo que están tratando de hacer: entenderse a sí mismos para poder manifestarse.
¿Qué es el enojo? Pues tan simple como complejo: una emoción que con frecuencia se hace presente en nuestro diario vivir. Es una emoción básica que sentimos todos. Es normal y suele ser saludable. Sin embargo, cuando se pierde el control, el enojo se torna destructivo. A los niños puede traerles problemas con su familia, sus compañeros y su rendimiento escolar; pero sobre todo, genera un sentimiento de culpa y falta de aceptación y amor hacia él mismo. Un niño que no sabe cómo manejar sus momentos de ira se convierte en un niño triste, un niño de conducta negativa y será, con el tiempo, un adulto con profundos problemas sociales y conflictos internos. Al igual que sucede con otras emociones, el enojo suele ocasionar alteraciones fisiológicas. Basta poner la mano en la muñeca de un niño enojado para notar que su frecuencia cardíaca y la presión arterial han aumentado. Su cara se enrojece y sus ojos se abren por un instinto de alerta.
El enojo puede deberse tanto a hechos internos como externos. Si un trabajo le ha salido mal, es un impulso interno, se siente enojado consigo mismo. Si se siente agredido por algún compañero, entonces el enojo proviene de un hecho externo. Por instinto, el enojo se manifiesta y expresa a través de la agresión. Es en este punto en el que se debe trabajar para transformar el instinto en reflexión.
La reflexión es simple: la violencia acarrea problemas sociales, dificultades con la familia, intolerancia de los compañeros, problemas con la justicia y un daño físico y emocional. Pero eso no lo entienden los niños, entonces, ahí estamos los adultos responsables para ayudarles a conocer cómo controlar su ira de manera saludable.
El enojo se manifiesta de diferentes formas según las edades. En la primera infancia, los niños comienzan a adquirir la capacidad de reprimir los impulsos de agresión física. Es muy común ver que los infantes empujan golpean, pellizcan, y hasta muerden a sus compañeros. También es muy frecuente que se griten unos a otros cuando se enfadan, como si fueran animalitos.
Conforme van creciendo, las manifestaciones van cambiando. Los niños en edad preescolar son capaces de identificar los estados emocionales básicos a través del uso del lenguaje: estoy enojado, estoy feliz, estoy triste. Sin embargo, recurren a conductas violentas pues están aprendiendo a manejar el lenguaje y a usarlo en lugar de la violencia física: arrojar un juguete, jalar a un compañero o incluso golpear a sus padres.
Hablar con los niños les da la posibilidad de entender situaciones y comprender la relación de éstas con los sentimientos que se generan en su interior. El diálogo y la reflexión les dan habilidades lingüísticas que desarrollan la empatía.
Promover el diálogo es, por lo tanto, la herramienta más importante que debemos dar a los niños para solucionar sus problemas. Eso será de gran ayuda para la construcción de una personalidad afianzada en la inteligencia emocional que les empodera para modular y moderar sus emociones y sentimientos. Pensemos que en la adolescencia los niños enfrentarán situaciones en las que los cambios hormonales jugarán un papel muy importante y los agentes agresores externos serán mucho mayores; las exigencias sociales causarán presiones que les llevarán a niveles de enojo e ira mucho más difíciles de controlar y, contrario a lo que sucede con los niños, las oportunidades de apertura al diálogo con el adulto serán cada vez menores, por no decir nulas.
Lo que se sembró en la personalidad del niño durante los primeros años de vida, dará fruto en esos años en los que no estará dispuesto a recibir la ayuda de los adultos. Serán esas herramientas que recibió de niño las que le ayudarán a desarrollar y hacer uso de la inteligencia emocional.
Pero, admitámoslo. No todos los niños son iguales. Definitivamente, existen seres humanos con una actividad emocional mucho más compleja. Si a eso le agregamos las circunstancias de vida en que se desarrollan esas criaturas (estrés y mal caracter por parte de los padres, conflictos familiares, exposición a películas, programas relevisivos y videojuegos violentos, largos períodos de soledad en casa, etc.) Es entonces que necesitamos la ayuda de un profesional.
Si bien es cierto que la mayoría de los niños aprenden a controlar su enojo y adquieren habilidades afectivas para manejar la ira, algunos pequeños tienen dificultades para aprender a calmarse cuando su molestia se va transformando en disgusto hasta llegar a la furia. Es entonces que un profesional en salud mental-emocional debe intervenir para evitar que el pequeño pueda lastimarse o lastimar a otros física y emocionalmente. Sólo un profesional puede evaluar las causas y los factores subyacentes que activan enojo y frustración, cuando van más allá de lo que se puede ver.
Debemos dar un ejemplo del manejo consciente y reflexivo del enojo. Somos nosotros, con nuestras conductas, quienes mostramos, movimiento tras movimiento, la forma en la que el niño se debería comportar en las diferentes circunstancias que se presentan a diario. Somos nosotros quienes damos el ejemplo de “autoregulación” de las emociones. Nuestro rostro dice mucho más que nuestras palabras. Sonreír y manifestar alegría pero también reconocer nuestras tristezas y aceptar nuestros momentos de molestia, manifestando nuestra necesidad de privacidad, soledad y silencio.
- En el momento de tensión… Siete puntos a observar:
I.Respira profundamente e invita al niño a seguir tu rimo. Pausado, controlado, sintiendo la libertad de aire que entra y sale del cuerpo. Entra tranquilidad, sale la ira. Puedes ponerle colores al viento: “Respiramos aire azul, tranquilo como el cielo de la mañana. Ahora dejamos salir el aire gris como el de las nubes de tormenta.” - Infórmate de lo sucedido. Estar tan molesto por el hecho de enfrentar un problema que no conoces no te ayudará a encontrar la solución. Si el niño siente impotencia ante el aislamiento psicológico que le causa enfrentar al adulto, su ira aumentará en lugar de disminuir. Pregúntale qué pasó luego de tranquilizarlo (no mientras está en el climax de su enojo) y qué fue aquello que lo hizo estar molesto. Ayúdalo a identificar y etiquetar las emociones que siente y las que sienten quienes hayan estado involucrados en el problema. Mantener un diálogo constante, amistoso y cotidiano te ayudará a conocer el entorno en el que se desenvuelve tu hijo, visto desde sus propios ojos.
- Ayúdalo a canalizar la energía que genera la ira. Correr, darse un momento de soledad, aislarse para poder gritar, son formas de transformar la ira en acción y después el cansancio en reflexión. Se vale llorar. Las lágrimas limpian el corazón. Proporciónale espacios y tiempos adecuados para realizar deportes y actividades físicas que muevan toda la energía que tiene.
- Utilizar las palabras para manifestar el enojo lo libera. En lugar de golpear al compañero, enséñalo a confrontarlo por medio del diálogo para defender sus derechos sin agredir.
- No existe la perfección. En este mundo nadie es perfecto, todos estamos aquí para buscar ser mejores personas, por eso aceptamos nuestros errores y trabajamos todo el tiempo para no volver a cometerlos. Si nos equivocamos, aceptamos y corregimos, sin avergonzarnos, pues todos estamos en este mundo para aprender.
- Reglas son reglas. Los límites no se rompen. Si eres consistente y persistente, tu hijo se verá favorecido pues todo será predecible, sabrá cómo actuar ante situaciones que ya se han presentado y podrá prever las consecuencias. Las cosas no son como él desea que sean, las cosas son como deben ser.
- Empatía. Sí. Gran palabra. Muéstrale que también tú has tenido momentos de ira. Hazle sentir que sabes lo que está pasando por su mente y su corazón. Platica con él sobre la forma en la que has logrado salir de esos problemas. Abre tu corazón para que aprenda del ejemplo de amor que puedes ofrecerle.
Ámate y obsérvate constantemente. Eres el ejemplo viviente para la creatura que crece a tu lado. Todos los días nos enfrentamos ante situaciones de conflicto. Seamos ejemplos vivientes de inteligencia emocional.
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