Archivo de febrero 2016
Montessori Children
Montessori observed the phenomena of “normalization,” that condition during which children showed their true nature, peacefulness, calm, and an industriousness that has come to be surprising in young children. We seek normalization in our classrooms. We discuss children as not yet normalized. We admire the normalized child who was such a handful before.
By focusing, though, on the goal of the normalized child, we distance ourselves from the children at hand. Each child in our classrooms comes to us perfect, and it is our obligation to treat the child with the same love and reverence when his or her behavior is challenging as we do this idealized normalized child. Consider the normalized child who suddenly suffers a child more grace, because we have seen this child as normalized, than we do the child who has yet to overcome the simpler, hidden stressed of children’s lives. We are more forgiving. We are more compassionate. We have loved the normalized child entirely, and because we have loved her, we hurt with her and for her.
Each child deserves that same forgiveness, that same compassion; for the work each child accomplishes on the path to adulthood is exactly the work that child is to do. Montessori warned us that we could not do the work of becoming on the child’s behalf. We see children who, it seems, have everything, and it is difficult not to hold their life’s status against them when their behavior challenges us. We become angry with their parents for spoiling them or for not doing just as we have directed. We are frustrated that they don’t respond as quickly, that they are not served by the materials we have chosen for them. And in our judgment, we separate ourselves even further. It is only through empathy that we can understand the child’s life. It is only through compassion that we can serve her. We must look at the child who is standing in front of us (or lying on the ground screaming in front of us!) and see the child who is yet to come. We revere the child for her potential. We respect her for her promise. While continue to do this work, and gives foundation to our accomplishment as teachers, sometimes the most important work we do is for the child we never see change.
If we have neither sufficient experience nor love to enable us to distinguish the fine and delicate expressions of the child’s life, if we do not know how to respect them, then we perceive them only when they are manifested violently. Maria Montessori
The pic shows a work done by a 5 years old child during his English lesson.
Niños Montessori
Montessori observó el fenómeno de la “normalización”, esa condición en la que los niños muestran su verdadera naturaleza, la tranquilidad, la calma, una laboriosidad que ha llegado a ser sorprendente en los niños pequeños. Buscamos la normalización en nuestras aulas. Discutimos sobre los niños aún no normalizados y admiramos al niño normalizado, quien era tal inmanejable antes.
Al centrarnos en la meta del niño normalizado, nos distanciamos de los niños que tenemos a la mano. Cada niño llega a nuestras aulas perfecto, y es nuestra obligación tratar a todos los niños con el mismo amor y reverencia, cuando su comportamiento es un reto, entonces lo idealizamos. Considere al niño normalizado que de repente sufre alguna desgracia, como puede ser un familiar enfermo, el divorcio de los padres, etc. ¿Acaso le daremos más atención o nos parecerá especial porque lo hemos visto ya normalizado? ¿Será diferente de aquel niño que no ha alcanzado la normalización? ¿Seremos más tolerantes, más compasivos? Nos ha encantado el niño normalizado y es por eso que lo amamos y compartimos su dolor.
Cada niño merece ese mismo perdón, esa misma compasión; porque el trabajo del niño es precisamente recorrer el camino para convertirse en adulto, esa exactamente es su 0bra. Montessori nos advirtió que no podíamos hacer el trabajo de convertirlo en hombre. Vemos niños que, al parecer, tienen de todo y es difícil no anteponer ese estatus de vida ante nosotros cuando su comportamiento nos desafía. Nos enojamos con sus padres por mal educarlos y no hacer las cosas como hemos indicado. Nos sentimos frustrados de que ellos no respondan tan rápidamente como deseamos, o por que los materiales que hemos elegido para los niños no les sirvan. Debido a nuestro juicio nos separamos aún más del niño. Es sólo a través de la empatía que podremos entender la vida del niño. Sólo podremos servirle a través de la compasión. ¿Debemos mirar al niño que está de pie en frente de nosotros (o ¡tirado en el suelo gritando delante de nosotros!) o ver al niño en el que se convertirá? Nosotros veneramos al niño por su potencial. Nosotros lo respetamos por la promesa en la que se convertirá. Ser testigos de la normalización del niño, nos sirve, nos motiva para continuar este trabajo y nos da fundamentos en nuestro acompañarlo como maestros; a veces, no nos toca ver los cambios que se lograr debido al trabajo que hacemos con el niño.
Si no tenemos suficiente experiencia ni suficiente amor que nos permitan distinguir las finas y delicadas expresiones de la vida del niño, si no conocemos la forma de respetarlo, entonces no seremos capaces de percibir otra cosa que sus manifestaciones violentas. María Montessori
La fotografía muestra un diseño realizado por uno de los pequeños de cinco años en la clase de Arte/Inglés.
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