Archivo de septiembre 2017
Interculturalidad, paz y educación
Reflexionemos un poco acerca de lo que queremos como sociedad. En medio de la avalancha de tristes sucesos que nublan nuestro día a día, definitivamente, para nuestros niños queremos algo mucho, mucho mejor de lo que vivimos ahora. En ellos está la solución, pero es preciso que nosotros seamos ejemplos vivos del cambio que deseamos.
Para poder construir un proyecto educativo es de vital importancia considerar las dimensiones culturales y sociales. La integración es el objetivo, preservando la unidad en la diversidad, procurando un balance de todos y para todos, en el espacio compartido. Para lograrlo es de vital importancia incluir tres elementos clave: la identidad, la pertenencia y la interacción.
No es necesario vivir en un país con diferentes religiones o etnias sociales. Ya en un colegio como el nuestro, las diferencias de usos y costumbres pueden ser evidentes.
Definir el concepto de ‘interculturalidad´ no es sencillo, como tampoco lo es la pluralidad, se da en la circunstancia de “ser más de uno”, cuando hay conciencia de relación y de pertenencia común.
Si esto no existe, no hay respeto a la pluralidad o diversidad por lo tanto nos enfrentemos como consecuencia a la violencia, que no necesariamente debe ser física o verbal: el simple hecho de marginar es ya manifestación de violencia.
Entonces, la presencia y el auge de la “cultura de violencia” que se despliega tristemente en todos los espacios en donde hay convivencia, se alimenta de creencias y de expectativas e interpretaciones de la realidad que se vive, desde cada una de las experiencias personales y es cuando se empiezan a conjugar las amenazas de quienes suponen “diferentes” a quienes no comparten sus pensamientos o comportamientos, basados en múltiples prejuicios. Es preciso tener claro que “nosotros” no somos necesariamente buenos, y los “otros” malos –o viceversa; lo único que se puede decir al respecto es que la apertura hacia los otros y la negativa a rechazarlos sin un examen previo es, en todo ser humano, una cualidad. Esa cualidad es incluyente. Tener una posición contraria a la concordia nos sitúa en la base de las actitudes y conductas cerradas que con mucha frecuencia se desencadenan de maneras violentas generadoras de miedo.
La urgencia de llevar a cabo reflexiones con un carácter intercultural posibilita ver a los otros como otros pero como nosotros, en un escenario común, impulsando a abrir nuevos horizontes para la coexistencia pacífica.
Es importante insistir en que la existencia de la interculturalidad no genera necesariamente violencia, es fundamental una transformación de pensamiento para lograr la trascendencia de los conflictos. Esto implica siempre dialogo, aceptación de acuerdos para poder disfrutar realmente de relaciones interculturales pacíficas.
Haruki Murakami tiene una frase que viene muy bien para acompañar estas ideas: “Siempre es mejor que la gente hable cara a cara, con el corazón en la mano. De lo contrario acaban surgiendo malentendidos. Y los malentendidos, ¿Sabe?, son una fuente de infelicidad…”
La Paz se obtiene a través de la educación y formación del hombre; es decir, en la etapa infantil existe una mayor sensibilidad para la educación de la paz. Cualidades como la pureza, la inocencia o la sencillez deben conducir a la humanidad por el camino de la paz, por lo que el niño educa al adulto transmitiéndole estos valores. El amor es el sentido de una educación armoniosa, un niño que ama llevará la esperanza a la humanidad y a un porvenir novedoso.
La tarea de la educación es establecer la paz. Es por eso que Montessori se ocupa de la educación constructiva para la paz consciente de que no se debe limitar a la enseñanza de las escuelas. Es una tarea que requiere esfuerzos de toda la sociedad. No se logrará nada en el mundo de los adultos, si antes no se logra en la niñez.
El niño que ha sentido un amor intenso por su entorno y por las personas con las que convive, descubre que puede realizar su trabajo con alegría y comparte sus logros con deseos de que los demás también logren sus objetivos, dejando a un lado el egoísmo de no compartir sus recursos y la soberbia de sentirse superior.
María Montessori nos dice: “Debemos centrar toda nuestra atención en el niño, porque él es el origen de los enigmas de la humanidad y también la clave para resolverlos.”
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