Colegio Montessori

Playa del Carmen

Entrar a un ambiente Montessori, es entrar al verdadero mundo de los niños.  Cuando los niños tienen la libertad de desarrollarse siguiendo sus propios impulsos naturales, el resultado se ve de inmediato: se muestran integrados al grupo de trabajo, respetuosos, pero sobre todo, trabajadores.  María Montessori decía que el niño es un trabajador incansable; y ¿cómo no va a ser, si el niño se está auto-construyendo?

Si bien es cierto que los trabajos que realiza el niño no son importantes para el mundo, son sumamente importantes para cada uno de ellos.  Ellos no pretenden ser útiles, ni desean quedar bien con alguien, ni pretenden obtener retribución material por lo que hacen, como sucede en el mundo de los adultos.  La naturaleza del niño los impulsa a realizar trabajos que les ayuden a desarrollar todas y cada una de las habilidades que descubren tener a partir de la realización de los ejercicios que le propone cada uno de los objetos con los que interactúan.

En el Colegio Montessori Playa del Carmen, como sucede en los colegios AMI, los ambientes le proporcionan al espíritu del niño los espacios perfectos para que logren desarrollar ese “gran trabajo” que tiene como resultado el adulto que serán, partiendo del entendido que el niño es la parte más importante de la vida del adulto, pues se está auto-construyendo.

En El niño, el secreto de la infancia se lee:

“Un niño es un descubridor: un hombre que nace de una nebulosa,
como un ser indefinido y espléndido que busca su propia forma”

 

 

En los Colegios Montessori el niño encuentra una gran variedad de materiales de desarrollo que le provocan curiosidad.  Cada uno de ellos está acomodado de forma específica, en gabinetes que permiten que el niño los note.

El material “le habla al niño” y a partir de ese primer encuentro empieza un trabajo que se desarrolla desde el momento en que el trabajo es transportado a la mesa o a un tapete. El niño acomoda el espacio en donde trabajará y sus sentidos se preparan para descubrir.

El niño observa, con gran atención y curiosidad, la manera en la que la Guía le da la “presentación” y es entonces que el niño comienza a imaginar.

Es una imaginación que parte de lo concreto y va cuestionando el procedimiento, va buscando opciones para encontrar respuestas, el niño imagina cómo podrá hacer y descubre a través de la repetición de los movimientos que le fueron presentados.

Es un trabajo en el que la imaginación está presente pues transforma todo lo que los sentidos perciben en conceptos que se expanden tanto cuanto la mente del niño sea capaz de imagina.  Las posibilidades son infinitas.

“La imaginación tiene por base la observación de la realidad, y su perfeccionamiento está relacionado con la exactitud de las observaciones: es preciso preparar a los niños para que sepan percibir exactamente las cosas del ambiente y aseguren así el material que ha de utilizar su imaginación.” M. Montessori

Uno de los párrafos que más me gusta del libro “Educación y Paz”, escrito por la Dra. Montessori en 1949 es el siguiente:

Montessori: aventura de aprender

“El niño es una criatura de pasiones intensas. Sí, tiene una gran pasión por aprender. Si no fuera así, ¿cómo podría orientarse en el mundo? El niño tiene inclinaciones naturales (podríamos llamar instintos, impulsos vitales o energías internas) que le proporcionan un poder de observación, una pasión por ciertas cosas y no por otras”.

Partiendo de esta reflexión, podemos decir que depende de los adultos que preparamos el camino del niño, el que él pueda encontrar motivación para poder seguir desarrollando su persona de manera equilibrada.  Que cada uno de esos impulsos vitales, encuentren satisfacción en las experiencias que le acompañan cada día, que logre encontrar momentos en los que su interés de explorar y conocer puedan ser satisfechos y logre, de este modo, dejar surgir nuevas preguntas que le impulsen a seguir aprendiendo.

Cuando un niño logra sentirse interesado por aquello que “tiene que hacer” el “tener que hacer” se vuelve un “querer hacer”.  Hay una frase muy común que se escucha cuando se habla de Educación Montessori y es “los niños Montessori hacen lo que quieren”.  ¡Efectivamente! Hacen lo que quieren porque cada uno de los impulsos que los mueven a “hacer” se topan con algo interesante que les invita a crear, a investigar, a desarrollar capacidades intelectuales, habilidades motrices; el niño encuentra el enlace ideal que logrará satisfacer esa necesidad de “querer hacer” entonces, comenzará un trabajo que lo llevará a la relajación, a la concentración, a desarrollar su capacidad de atención.  Su mente encontrará mil formas de aprender a través de la comprensión y su memoria se construirá con conceptos que han sido vividos, experimentados; conceptos que dejarán huella en su personalidad.

María Montessori nos enseñó que el trabajo del niño es un proceso constructivo definido, un fenómeno natural que se produce cuando el niño tiene la oportunidad de esforzarse y trabajar solo, sin la mediación de nadie.

Los invitamos a conocer los Ambientes del Colegio Montessori Playa del Carmen. Seguramente desearán volver a ser niños, para experimentar la aventura de aprender.

 

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