REINICIO DE LABORES
El lunes 7 de enero regresamos de las vacaciones para retomar nuestro trabajo.
CONSEJO TÉCNICO
El viernes 25 de enero se suspenden las clases para realizar el Consejo Técnico como lo marca la Secretaría de Educación Pública.
Deseamos que 2019 sea un año en el que podamos superar todos los retos que tengamos que enfrentar en unidad y armonía.
Por encargo del Instituto dei Beni Stabili de Roma, María Montessori abrió el 6 de enero de 1907, en el Barrio di San Lorenzo, uno de los barrios obreros más pobres de Roma, la primera “Casa de los niños”.
A partir de ese momento, la pedagogía Montessori se difundió por Italia y poco a poco por el resto del mundo.
Este método, ya maduro por la experiencia y por la reflexión, fue expuesto por la Dra. Montessori en su libro “Il metodo della pedagogia scientifica applicato all’autoeducazione infantile nella Casa dei bambini (1909)”, editado y traducido en diversos idiomas.
La Dra. Montessori escribió en su libro El niño, el secreto de la infancia:
“Era el 6 de enero de 1907 cuando se inauguró la primera escuela para niños de tres a seis años, no con mi método, pues entonces no existía todavía: pero se inauguró aquella escuela donde mi método debía nacer un poco después.
Aquel día, no se componía más que de unos cincuenta niños muy pobres, de aspecto rústico y tímido, algunos lloraban, casi todos hijos de analfabetas y sometidos a mis cuidados.
El proyecto inicial era reunir a los hijos de los inquilinos de una casa de vecindad en un barrio obrero, para impedir que quedaran abandonados por la calle y la escalera, ensuciando las paredes y sembrando el desorden. En la misma casa se dispuso una habitación con este objetivo y fui encargada de esta institución, que “podría tener un excelente porvenir”. Por una sensación indefinible, sentí confusamente en mi interior que se inciaba una obra grandiosa de las que hablaría todo el mundo tal como se anunció con énfasis en la inauguración.
Todos los que acudieron a la inauguración quedaban asombrados y decían: ¿por qué la Dra. Montessori exagera tanto la importancia de un asilo para niños pobres?
Comencé mi obra como un campesino que hubiera guardado separadamente la buena semilla y le ofrecieran un campo fecundo donde sembrarla con toda libertad.
Pero no fue así; apenas removí los terrones de aquella tierra virgen, encontré oro en lugar de grano. La tierra ocultaba un tesoro precioso. Ya no era el aldeano que había imaginado: era como el talismán que Aladino tenía entre las manos sin saberlo, una llave capaz de descubrir inmensos tesoros ocultos.
Los únicos gastos posibles eran los ordinarios en una empresa de escasos recursos, es decir, los muebles y objetos absolutamente necesarios. Por esa razón, se comenzó por fabricar muebles y adquirir algunos objetos.
La Casa de los Niños, no era una verdadera escuela: era una especie de de máquina de contar, puesta a cero al iniciarse una labor. Al no poder contar con los medios para crear aulas con bancos y mesas escolares, empezamos a adaptar un mobiliario sencillo como el de una habitación cualquiera de una casa.
Al mismo tiempo, hice fabricar un material científico, exactamente igual al que yo usaba en una institución de niños con discapacidad mental. Precisamente por haber sido utilizado para ese objetivo, nadie pensó que pudiera llegar a ser un material escolar. No hay que imaginar que el “ambiente” de la primera Casa de los Niños fuera amble y gracioso como el que presentan en la actualidad estos colegios. “
Esas fueron sus impresiones, los inicios de lo que hoy es un movimiento educativo internacional que sigue los mismos lineamientos científicos que la Dra. Montessori implementó.
Quien haya estudiado el movimiento pedagógico reformista, sabrá que alrededor de 1900 surgió la consigna: ¡todo a partir del niño! Era más o menos la época en que se descubrió y cultivó “el arte en la vida del niño” y también la época en que el naciente movimiento radical de la juventud reivindicó para sí la posesión del enfoque sano y liberador de la contemplación del mundo. En todos estos inicios se puso de manifiesto que la juventud, en el encuentro pedagógico, ha llegado a ser de manera unilateral el objeto de la voluntad educadora de los adultos. Ella misma es una forma de la vida humana por derecho propio, y ya nunca más debiera perderse del todo el pensamiento de J. J. Rousseau, acerca del valor propio de los tempranos estadios de la vida. El niño existe en un mundo vivencial en donde los factores ambientales dados no significan lo mismo que en el nuestro, el mundo de los adultos. Aún se puede ir más lejos y afirmar que mucho de lo que existe, no existe aun para el niño; algo que para nosotros carece de importancia, es aun importante para él. Pero la amplia zona de las cosas, que en la misma medida parecen existir tanto para el niño como para el adulto, debe ser interpretada psicológicamente en el sentido de que en ella las mismas cosas desempeñan papeles completamente diferentes; es decir, que llevan acentos de significado y valor distintos. Esta diferencia de visiones del mundo puede deducirse esencialmente de la diferencia de las estructuras psíquicas condicionadas por la edad, estructuras que rigen el rumbo y la intensidad de la observación y del comportamiento.
Son hasta ahora exitosos los informes entregados sobre Montessori en las Casas de los Niños que hicieron que sus métodos pedagógicos parecieran a muchos de los hombres más progresistas algo semejante al camino hacia un nuevo día o el sendero más rápido, no descubierto aun, hacia las reformas fundamentales. Muchos de estos hombres progresistas que mantuvieron algunas conversaciones con Montessori interesándose por su trabajo tenían ya una carrera prestigiosa y muchos lograron éxitos.
El luminoso interés que ofreció la primera “Casa de Bambini” en los suburbios de Roma, ha tenido eco hoy en día. Los educadores modernos se enfrentan con el vandalismo y la violencia sin objeto de los niños económica y culturalmente privados que rechazan al tradicional sistema escolar y son rechazados por él.
Montessori se interesó, siendo estudiante de medicina y trabajando como interna en la clínica psiquiátrica de Roma, por los “niños idiotas”, que entonces se albergaban en los llamados manicomios. Es innegable que el éxito de Montessori sobrepasó con mucho las más acariciadas esperanzas de sus protectores, aunque no así las suyas. No solo se impidió el vandalismo, sino que estos entre tres a siete años fueron buenos alumnos. Aprendieron modales, limpieza, ciertas gracias en sus actos y algo acerca de una alimentación adecuada, pero, además, se hicieron amigos de los animales y las plantas y se aficionaron a las artes y trabajos manuales. Adquirieron un entrenamiento sensorial y motor con los instrumentos didácticos, e incluso aprendieron las destrezas simbólicas básicas de contar, leer y escribir, muchas veces antes de cumplir los cinco años de edad.
En Italia se habían realizado ya antes del movimiento de la educación nueva algunos ensayos de interés como los de Rosa Agazzi y su hermana con niños pequeños, pero sin ninguna idea pedagógica revolucionaria y original.
El movimiento de la educación nueva comienza con la doctora María Montessori y sus “Casas de los Niños”, la primera de las cuales fue fundada en Roma en 1907. Las casas no son solo lugares de instrucción, sino ante todo de educación para la vida.
Paralelamente, se abrieron otras escuelas innovadoras de magno interés como la “Escuela Rinnovat” de Milán, fundada también en 1907 por la señora Giuseppina Pizzigoni, basada en actividades prácticas y artísticas, la escuela fue fruto de la concepción personal de su fundadora y aspiraba a ser una escuela vital para niños de ambos sexos, de seis a catorce años, que disfrutaban una educación activa en todos los sentidos con talleres, campos agrícolas, actividades domésticas, etc. Otra corriente fue la Escuela de la Montesco, fundada por el barón de Fraschetti y su esposa para los hijos de los colonos y en las que el estudio de la naturaleza se desarrolló extraordinariamente. Especialmente interesantes son los cuadernos y calendarios llevados a cabo por los niños en relación a esta educación.
Algo que debe llamar poderosamente la atención a todos los educadores, investigadores, padres de familia y futuros educadores en este milenio, es el papel trascendental que jugó y sigue jugando, la educación de la doctora Montessori, a pesar de su título severo: “Método de la Pedagogía Científica”, es el conglomerado de ternura y solicitud para la primera infancia. La gran educadora italiana no solamente ama a los pequeños, sino que, además, los conoce. Ha adivinado las fuerzas misteriosas que recelan y ha comprendido la necesidad de dejar que esas fuerzas se desarrollen sin opresión, mostrando con un lenguaje verdaderamente persuasivo que el niño debe ser libre, que no puede instruirse mas que por su propio esfuerzo y que su evolución es más contrariada que favorecida por las palabras y exhortaciones de las maestras y adultos a su alrededor.
Hay que reiterar que la “Casa de los Niños” es un lugar en que los niños pueden expresarse libremente y revelar necesidades y actitudes que permanecen reprimidas cuando no existe un ambiente adecuado que permita su actividad espontánea. En la “Casa de los Niños”, el ambiente adecuado al niño responde a su necesidad de obrar inteligentemente.
En palabras de la Dra.: “He hecho construir mesitas de varias formas, livianísimas, de manera que dos pequeños de cuatro años puedan transportarlas con suma facilidad. Además he mandado a fabricar sillitas, algunas de esterilla, otras de madera, livianas y construidas con elegancia, pero que no son una reproducción en pequeño de la silla de los adultos, sino proporcionales a la forma del cuerpo infantil. Forma parte de la dotación de mobiliario un lavatorio muy bajo, de manera que sea accesible a los pequeños, hay estantes y pequeños cuadros que representan escenas de familias muy agradables a la vista de todos. Las mesas, las sillitas livianas y transportables, permiten al niño elegir la ubicación más apropiada. En fin, en la casa de los niños, ellos aprenden a moverse, moviéndose; aprenden a ser hábiles manejando sin prohibiciones todo aquello que les rodea; aprenden a inhibir torpezas cometiéndolas al principio, sin ser por ello castigados ni amonestados, y comprobando personalmente que los resultados, son desagradables para ellos y para los demás, que esas torpezas provocan la libertad, que le permite el error y que les permite también aprender a corregirlo y evitarlo por experiencia personal.”
Un año más y serán, seguramente, muchos más de Casas de los Niños y educación Montessori en todo el mundo.
Esta foto fue tomada hace ya más de un siglo …
Por amor a los niños, somos Montessori AMI
“Como nosotros no tenemos otra posibilidad de distinguir las cosas sino los atributos, la clasificación de éstos trae consigo un orden fundamental que abarca todas las cosas. A partir de aquí el mundo ya no es el caos para el niño, su mente se parece algo a los estantes bien ordenados de una biblioteca o a los de un rico museo; cada objeto tiene allí su lugar y su categoría. Cada adquisición ya no será “almacenada” sino “colocada”; este orden primitivo no se verá jamás turbado y se irá enriqueciendo continuamente. El niño que de este modo ha adquirido la posibilidad de distinguir una cosa de la otra, tiene formado lo que sirve de base a su inteligencia.”.
María Montessori, La auto-educación en la escuela elemental.
El siguiente fragmento fue tomado de un artículo de Annia Monreal de La Vanguardia y nos aclara qué es y cómo se desarrolla la inteligencia.
La inteligencia es una capacidad mental muy general que implica habilidad para razonar, planificar, resolver problemas, pensar de forma abstracta, comprender ideas complejas, aprender con rapidez y aprender de la experiencia. Por lo tanto, no supone el mero aprendizaje de un texto, una habilidad académica específica, o resolver exámenes de forma habilidosa; más bien, refleja una capacidad amplia y profunda para la comprensión del entorno, para ser capaz de capturar el significado de las cosas y darles un sentido, o para ingeniárselas a la hora de saber qué hacer.
Genética versus ambiente, un debate en el que, en los últimos años, el ADN pierde puntos frente al entorno en el que crecemos. Los genes son la base sobre la que se acomodan las impresiones que el marco social deja en nosotros. He aquí la importancia del “Ambiente Preparado” que tanto remarca la Filosofía Montessori.
“Existen muchas formas de inteligencia, pero básicamente se distinguen dos tipos: la inteligencia fluida y la inteligencia cristalizada”, indica José Antonio Portellano, neuropsicólogo y profesor de la Universidad Complutense de Madrid.
Por inteligencia fluida se entiende la inteligencia base, de nacimiento. La inteligencia cristalizada es fruto del aprendizaje y de la experiencia. “No son excluyentes”, asegura el especialista. “Todo el mundo nace con una inteligencia fluida determinada, pero esto no supone ningún tope ni ningún límite”, añade. Sin embargo, Portellano sostiene a la vez que “la inteligencia es lo más antidemocrático que existe”. Una persona que nace y crece en un entorno estimulante mejorará su inteligencia cristalizada. Y otra que, con la misma inteligencia fluida, se desarrolla en un ambiente carente de incentivos se quedará rezagada.
Cualquier persona puede mejorar sus funciones mentales a través del aprendizaje y la ejercitación cognitiva, ya que gracias a los mecanismos de plasticidad cerebral se pueden producir modificaciones en la estructura y el funcionamiento del sistema nervioso, tanto en sujetos sanos como en los que han sufrido algún daño cerebral. Todo esto tiene bases científicas probadas y comprobadas. “Las conexiones neuronales mejoran y se multiplican con la adquisición de conocimientos” (SilverV / Getty)
El cerebro es uno de los órganos más estudiados en los últimos años. Así, la neurobiología ha demostrado que con el tiempo, seguimos creando neuronas y conexiones entre ellas, que aprendemos por imitación gracias a las neuronas espejo y que sí se puede hacer crecer la inteligencia.
“Hasta hace unas décadas se creía que la inteligencia fluida, la innata, crecía hasta los 18 años. Hoy sabemos que lo hace hasta la cuarentena”, asegura Portellano. “La inteligencia cristalizada no tiene fecha de caducidad. Cuanto más aprendes más inteligencia adquieres”.
Hoy en día el mercado ofrece un abanico de productos para estimular la inteligencia, los llamados estimulantes cognitivos, smart drugs o nootrópicos, que aseguran una mejor concentración, creatividad, memoria e inteligencia asociadas a la obtención de un mejor rendimiento.
Sin embargo, las fórmulas para ejercitar la inteligencia no se tragan con un poco de agua. El gimnasio intelectual se obtiene con el estudio y la práctica de idiomas “tres mejor que dos”, los abdominales mentales en forma de ejercicios dirigidos al intelecto, el deporte, la felicidad, una alimentación sana y equilibrada y, sobre todo, con la música.
Se ha visto que el cerebro de las personas que estudian música es distinto. Tienen más desarrollado el cuerpo calloso, el conjunto de fibras nerviosas que conectan los dos hemisferios del cerebro. Y como consecuencia, son más capaces de resolver problemas empleando las dos zonas cerebrales.
El aprendizaje es el estímulo para la inteligencia cristalizada, pero ¿se puede ejercitar la inteligencia fluida, la innata? También. Y la receta es la misma, aprender, porque la inteligencia cristalizada influye sobre la fluida.
Cuando aprendemos suceden dos cosas en el cerebro: por una parte los circuitos cerebrales mejoran y se generan otros nuevos. Por otra, la inteligencia obliga al cerebro a crear nuevas conexiones. Como sucede con la alimentación y el deporte, la inteligencia depende de un entrenamiento constante. Nada de fórmulas milagrosas, sino un poco de constancia para garantizar una vida plena. Cada inteligencia se deteriora según se ha vivido.
Los invitamos a acercarse a las pláticas que durante este semestre darán Gabriela Ortega y los Guías Montessori de los diferentes ambientes, en las que podrán conocer más acerca de los Materiales de Desarrollo Montessori que ayudan a que la inteligencia de nuestros niños se enriquezca y llegue a “explotarse” al máximo.