Trabajar, aprender, divertirse

En los ambientes Montessori, el niño nos enseña que la laboriosidad no es una virtud, una obligación que pesa sobre el hombre; no es lo que uno está forzado a hacer para vivir.  el trabajo es un instinto fundamental.  Podemos observar que los niños pueden pasar por largos eventos de concentración de los que emergen con una gran sonrisa de satisfacción.

Aprenden a vivir mejor.  Y es que María Montessori a través de su filosofía nos enseña que vivir mejor es sentir el soplo del amor, amor que surge del trabajo.  Los niños de nuestras escuelas siempre viven en una comunidad trabajadoras que se agrupa verticalmente:  Varios niños de diferentes edades trabajando juntos en un sólo ambiente; de este modo, los niños mayores se convierten en héroes y maestros, y los más pequeños son sus admiradores.

Es interesante ver cómo se dan cuenta lentamente de que forman una comunidad que se comporta como tal.  Se dan cuenta de pertenecer a un grupo y que contribuyen a la actividad de este grupo, dentro y fuera de los ambientes de trabajo.  Esta conciencia social es un don de la naturaleza.